jueves, 26 de marzo de 2015

HACIA LOS SUEÑOS

Hace unos años escribí este pequeño relato. Las historias suelen tener un punto autobiográfico 
y éste lo tenía. Encontré, tiempo después, el camino para recuperar mis proyectos y con ellos, 
mis sueños.


Desde hace unos meses, cuando sale del trabajo, Joan va ilusionado a la parada del autobús.
Mientras espera, su imaginación empieza a volar muy alto, muy lejos. El gesto agrio se va
diluyendo y se le escapa una leve sonrisa. Hay un brillo especial en su mirada.
Hacía ya muchos años que su vida era anodina. La rutina, la desesperanza y el hastío poblaban
sus días. Un lunes cualquiera, mientras cansado y asqueado del devenir diario, del trabajo
embrutecedor que nada le aportaba, esperaba el autobús que le devolvía a casa -esa casa tan
fría, tan vacía, a la que volver le costaba cada vez más - vio aparecer, de repente, el autobús de
una línea que conocía muy bien: era el de sus años de infancia y juventud, el que iba al barrio
en que nació.
Por un momento se estremeció y tras dudar, decidió subir. Era un trayecto que no recorría
hacía mucho tiempo pero no por eso lo había olvidado. Fue reconociendo cada parada, cada
cruce, cada giro. La empinada calle que lo devolvía a los años más felices. Emocionado, bajó en
su parada frente a la casa en la que había crecido… y entonces, comenzó a gestarse el milagro.
En esa época esperaba grandes cosas de la vida. Tenía proyectos hermosos y la ilusión intacta,
pero el futuro le tenía deparado un destino muy distinto al que imaginaba: triste, desilusionante, 
vulgar.
Empezó a recorrer la calle y los recuerdos se agolparon en su mente: los años universitarios
plagados de ilusiones, los proyectos de escribir y publicar grandes obras. Poco a poco, mientras 
caminaba lentamente respirando muy profundo aromas que lo transportaban, fue recobrando 
aquellos sueños perdidos. Al final de la calle, se estremeció de nuevo. Allí estaba el viejo café 
donde empezó a escribir las primeras páginas.
Entró, conmocionado, y vio que estaba intacto. Conservaban la mesa donde escribía, la silla en
la que pasaba largas horas esbozando historias que nunca acabó. Recuperó los sonidos, las voces, 
los silencios. Permaneció hasta que cerraron, meditando sobre la vida, sobre su vida.
Se asustó por el tiempo transcurrido… pero más por el poco que restaba. Negándose al vacío,
se rebeló contra la mediocre vida hasta ese día desperdiciada y decidió emprender de nuevo
sus proyectos. Recuperar las ilusiones. Volver a escribir. Sonrió al pensar que un autobús le
había llevado directo a los sueños.
Ahora, cada día, al terminar la jornada, vuelve a esperar ese autobús. Mientras aguarda, 
la inspiración se pone en marcha. Algo mágico le invade: encuentra a su musa esperándole y, 
juntos, de la mano, se instalan el resto de la tarde en el viejo café. Surgen de su pluma historias 
maravillosas, metáforas brillantes, descripciones apasionadas.
Está terminando su primer libro y lo presentará a un concurso literario. Sabe, siente que va a
ganar. Pocos autores han puesto tanta magia, tanta ilusión y tanta vida perdida en una historia.
Se sabe afortunado por haber recuperado sus sueños. Su vida vuelve a tener sentido.

Aviso a navegantes: Ese autobús existe, solamente hace falta saber dónde se quedaron perdidos 
tus sueños. Búscalo
















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