Viajar a la India fue realizar un sueño largamente acariciado.
Aunque acumulé a través de los años mucha información sobre su cultura, su gente, sus monumentos, decidí ir con la mente y el alma totalmente abiertas, sin ideas preconcebidas, dispuesta a dejarme invadir por los sentimientos y las sensaciones.
Y no me equivoqué. Toda su fuerza penetró en mi, invadiéndome por completo.
Dicen que la India no deja indiferente, o la amas, o la aborreces.
Yo la amo. Amo su espiritualidad, su cultura ancestral, su historia, su alegría, sus templos, sus palacios, sus colores. Deja en ti una huella imborrable. Te enseña que con infinitamente menos de lo que tienes se es feliz. Vuelves a tu primer mundo muy tocado.
Entre la multitud de cosas que te atrapan están sus colores. Vivos, alegres, espléndidos.
Contemplar los bellísimos saris que pueblan las calles, llena de luz tu retina.
Y la elegancia oriental está en todos ellos, desde el más sencillo al más lujoso.
Si la portadora adorna su cuerpo con joyas étnicas, maravillosas, el conjunto es insuperable
Fotografías personales de India
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