Las cantimploras de barro se utilizan desde tiempos inmemoriales.
En el siglo III antes de Cristo, transportaban aceite de la Bética a Roma.
Las encontramos en todas las culturas y en todas las épocas, en China, en el Imperio Musulmán,
entre los indígenas norteamericanos antes de la invasión europea...
Y sobre todo, en el campo español de la primera mitad del siglo XX.
Son piezas de alfarería popular, pensadas, diseñadas y fabricadas
para el transporte cotidiano de líquidos.
Tienen el encanto y la magia de las piezas sencillas, toscas, que en ningún momento
pensaron seducir con sus formas.
Ésta cantimplora no fue hecha para transportar nada, nació de mis manos
por el placer de tornear y convertir el barro en algo bello.
Manos expertas le trenzaron con cuerda una hermosa sujeción, añoraban en cada suspiro las cantimploras mallorquinas de campo de su niñez.
Manos e historias que añoro siempre.
Y así quedó, redonda, panzona, hermosa....
Gres refractario, esmalte y cuerda.
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